En 1800, el territorio de Estados Unidos se extendía por el oeste hasta el río Misisipi. El área ubicada al oeste del río, el Territorio de Luisiana, pertenecía a España. Este vasto territorio se extendía desde el sur de la ciudad de Nueva Orleans hasta las montañas Rocosas. Su frontera norte aún no había sido definida entonces.

A principios del siglo XIX, muchos estadounidenses migraron al Oeste en busca de tierras y aventura. Los pioneros, en su mayoría granjeros, atravesaron las montañas de Kentucky y Tennessee. Muchos se dirigieron también a las zonas poco colonizadas del Territorio del Noroeste. Su travesía por los montes Apalaches fue larga y ardua. Los pioneros que iban a las tierras del Oeste tenían que viajar por caminos fangosos y en mal estado o debían abrirse camino por bosques densos.

Estos pioneros cargaban sus enseres en carretas Conestoga, vehículos resistentes cubiertos con lona blanca. Los colonos viajaban con sus dos posesiones más valiosas: rifles y hachas. Ellos utilizaban los rifles para protegerse y obtener alimento cazando animales, y se valían de las hachas para abrirle paso a sus carretas entre los densos bosques.

Muchos de los pioneros establecieron granjas a lo largo de los ríos que desembocaban en el alto Mississippi. Necesitaban acceso a este río para transportar sus cosechas a los mercados. Sus bienes viajaban río abajo por el Mississippi hasta Nueva Orleans, donde trabajadores los cargaban en otros barcos que surtían los mercados de la Costa Este. Aunque los españoles controlaban la región, les permitían a los estadounidenses que navegaran por el bajo Mississippi y comerciaran en Nueva Orleans. Para los granjeros del Oeste, este acuerdo era vital para su supervivencia económica.