Cuando George Washington se convierte en el primer presidente de Estados Unidos se da cuenta de que el gobierno federal necesitaba dinero para poder funcionar apropiadamente. Washington le asigna el puesto de Secretario del Tesoro a Alexander Hamilton, un Federalista que apoyaba un gobierno central fuerte y con autoridad para gobernar el país.
Hamilton promueve un nuevo impuesto para poder sacar al país del hoyo económico en que se encontraba después de la Guerra de Independencia. En 1791, el Congreso aprobó un impuesto sobre la fabricación y venta de whisky, un tipo de licor hecho de cereales. A los granjeros del oeste de Pennsylvania les molestó particularmente este impuesto. Muchos de estos granjeros pensaban que el nuevo impuesto era una abuso de la autoridad federal y sobre todo los pequeños productores de whisky consideraban los impuestos injustos. Bajo la nueva ley, los grandes productores solo pagaban un impuesto anual de 6 centavos por cada galón de whisky que vendían y mientras más producían, menos impuestos pagaban. Por el otro lado, los pequeños productores debían pagar 9 centavos por cada galón de whisky.
Inicialmente, Washingto trató de resolver el conflicto pacíficamente, sin embargo en julio de 1794, el enojo de los granjeros se tornó en violencia. Una multitud de casi 400 fabricantes de whisky armados atacó a los recaudadores de impuestos y quemó varios edificios federales. Esta protesta, conocida como la Rebelión del whisky, alarmó a los líderes gubernamentales, quienes la veían como un desafío al poder del gobierno federal.
Washington envió 12,980 soldados federales a contenerla rebelión. Los soldados eventualmente llegaron a Pittsburgh y apresaron 150 hombres acusandolos de traición. Esta acción de Washington transmitió un mensaje categórico al público: el gobierno federal usaría la fuerza para mantener el orden público
