El 10 de Mayo de 1775, a solo un mes después de las batallas de Lexington y Concord los representantes de las colonias se reunieron nuevamente en Filadelfia. Esta vez sabían que debían prepararse para una guerra total contra Inglaterra. Los delegados establecieron la creación del Ejército Continental y seleccionaron a George Washington como su comandante supremo.

A pesar de todo esto, muchos todavía querían evitar la guerra y por esta razón el Congreso decide darle al rey una última oportunidad enviándole una carta a la que llamaron la «petición de la rama de olivo» donde aseguraban que la paz era posible y solo pedían protección y respeto para sus derechos como ciudadanos ingleses. El rey rechazó la petición y se preparó para la guerra. Contrató a más de 30,000 soldados alemanes, llamados hessianos, para combatir del lado de las tropas británicas.

En el Segundo Congreso continental participaron los personajes más prestigiosos de la época, incluyendo a Benjamin Franklin, uno de los hombres más respetados de las colonias que había liderado la asamblea legislativa de Pensilvania. John Hancock, de Massachusetts, era un rico comerciante que financió grupos patriotas como los Hijos de la Libertad y quien fue elegido como presidente del Congreso. Thomas Jefferson, de 32 años de edad, era también un delegado que servía en la asamblea legislativa de Virginia y tenía fama de pensador y escritor brillante.

Los delegados que asistieron al Segundo Congreso Continental debían debatir muchos asuntos. Aunque se había derramado sangre de colonos y británicos, pasaría otro año antes de que Jefferson escribiera la Declaración de Independencia.

El Congreso Continental tomó medidas para empezar a gobernar las colonias. Autorizó la impresión de dinero y estableció una oficina de correos a cargo de Franklin.

Aún cuando el Congreso Continental no tenía la autoridad explícita para gobernar, asumió todas las funciones de un gobierno nacional, incluyendo reclutar soldados, pedir dinero de países europeos e imprimir su propio dinero. Aún así el Congreso no podía cobrarle impuestos a los ciudadanos o las colonias, por lo que dependía de cada estado para que contribuyera a la causa revolucionaria con donaciones voluntarias.

El Congreso Continental continuó funcionando como un gobierno después de la declaración de independencia, la guerra contra Inglaterra y jugó el papel más importantes durante los primeros años de la nación norteamericana hasta que aparecieran la separación de poderes en la Constitución de los Estados Unidos.